
Artista
Pablo Picasso
1881–1973
Movimiento
Picasso mezcla clasicismo e introspección en una obra que es vanitas, autorretrato disfrazado y homenaje a la Commedia dell’arte.
Picasso se disfraza de un Arlequín con máscara tras su viaje a Italia. Así se resume esta obra de 1923 en la que el artista malagueño nos entrega una pieza que oscila entre el clasicismo y el simbolismo personal.
Tras una estancia en Italia con Jean Cocteau, Picasso vuelve fascinado por la Commedia dell’arte y sus personajes teatrales. Esta época coincide con el llamado “retorno al orden”: una tendencia posbélica que proponía volver a la figura, al equilibrio y a la tradición clásica como refugio frente al caos de la guerra.
Sin embargo, Picasso no se entrega del todo al academicismo. Su aparente clasicismo es solo una capa. Las figuras siguen desafiando la perspectiva tradicional, y se nos presentan desde puntos de vista múltiples, heredados de su época cubista.
En esta obra, el Arlequín, figura habitual en su imaginario, se contempla en un espejo. Pero su rostro no es el suyo, sino el de Pierrot, otro personaje melancólico y teatral. Estudios con rayos X han revelado que el cuadro iba a ser un autorretrato, pero Picasso decidió ocultarse tras una máscara. Tal vez, como insinúan algunos, por un desengaño amoroso con la americana Sara Murphy.
El resultado es una imagen cargada de nostalgia e introspección, una especie de vanitas moderna, donde el disfraz, el espejo y el gesto decaído invitan a reflexionar sobre el yo, la imagen, el papel del artista… y sus heridas.
Una obra elegante, melancólica y profundamente ambigua. Como el propio Picasso.