
Artista
Parmigianino
1503–1540
Movimiento
Parmigianino, con solo 21 años, se autorretrata a través de un espejo convexo en una virtuosa muestra manierista que desafía la física y la pintura.
A los 21 años, Parmigianino decidió pintarse a sí mismo reflejado en un espejo convexo, una idea absolutamente innovadora en el siglo XVI. Y no solo eso: preparó una tabla curva para pintar sobre ella, imitando fielmente el efecto distorsionado del espejo.
El resultado es una de las obras más icónicas del manierismo: un ejercicio de estilo, técnica y concepto que dejó fascinado incluso a Giorgio Vasari, quien la describe con admiración.
El artista aparece con gesto sereno, el rostro juvenil, una mano gigantesca en primer plano (producto de la distorsión óptica), y al fondo, una habitación austera que enmarca su figura. Un anillo adorna su dedo, quizás símbolo de identidad profesional. Todo en la obra sugiere un dominio precoz de la forma, la luz y la perspectiva.
Más que un retrato, es una declaración de intenciones: Parmigianino se presenta como un pintor consciente del potencial de su oficio para engañar, maravillar y transformar la realidad. El cuadro fue su carta de presentación ante el papa Clemente VII, y cumplió su cometido: todos hablaron del joven genio de Parma.
Una obra irrealista pero veraz, desconcertante pero precisa, pequeña pero enorme en impacto.