Cabeza de un ballestero

Movimiento

Cabeza de un ballestero

El detalle de un gesto mínimo, convertido en arte por Holbein el Viejo.

Año 1415

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Una de las joyas silenciosas del Renacimiento alemán: “Cabeza de un ballestero”, un estudio mínimo pero potentísimo de Hans Holbein el Viejo, el padre del célebre retratista de Enrique VIII.

Este boceto formaba parte de los preparativos para su Tríptico de Augsburgo, donde se representa el martirio de San Sebastián. En él, un soldado romano apunta con la ballesta y cierra un ojo, gesto perfectamente captado aquí con una precisión anatómica que asombra incluso hoy.

Holbein no sólo se fijó en el gesto funcional del disparo, sino que supo observar algo más íntimo: el leve empuje de la nariz provocado por el dedo que tensa el arco, la tensión sutil de la mandíbula, el esfuerzo silencioso antes del disparo. La vida contenida en un centímetro de papel.

Es un dibujo técnico, pero también poético. Hecho en lápiz y tinta, con unos míseros 9,6 mm de altura, esta cabecita nos recuerda que el verdadero Renacimiento del norte no vino de grandes cúpulas, sino de pequeños gestos. Holbein no apuntaba bajo.