
Artista
Anton van Dyck
1599–1641
Movimiento
Van Dyck muestra la belleza y el peligro en una escena mitológica cargada de tensión erótica y castigo inminente.
La mitología está llena de diosas caprichosas y castigos brutales. En Diana y una ninfa sorprendidas por un sátiro, Anton Van Dyck pinta un momento de calma cargado de amenaza. La diosa Diana y su compañera descansan tras la caza, ajenas a la mirada lujuriosa de un sátiro que se oculta entre las sombras del bosque.
La escena, aparentemente plácida, está atravesada por la tensión. La carne blanca y luminosa de Diana contrasta con la figura oscura del sátiro. Él saca la lengua, ella duerme con el carcaj vacío a su lado. Pero todos sabemos lo que ocurre cuando alguien osa quebrantar la intimidad de la diosa: el castigo es tan seguro como brutal.
El color rojo de la tela entre los muslos de Diana puede aludir tanto a la sensualidad como a la violencia latente. Las piezas de caza esparcidas por el suelo —un ciervo, una perdiz, un pavo real— refuerzan la sensación de que el sátiro es otra víctima en potencia.
Van Dyck, maestro del retrato cortesano, demuestra aquí su manejo de la luz y el dramatismo barroco, y añade una lectura moral e inquietante a un tema que podría haber sido meramente decorativo. Esta no es una escena inocente: es una trampa que está a punto de cerrarse.