Los tres músicos

Movimiento

Los tres músicos

Una escena cubista, casi marciana, donde tres figuras musicales enmascaradas parecen interpretar una melodía geométrica desde otro mundo.

Año 1921

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Nos cuestionamos musicalmente si Picasso era o no un gilipollas. Así arranca una reflexión que mezcla arte, música y provocación, con Los tres músicos como excusa y centro.

Pintado en 1921, este óleo monumental es una obra maestra del cubismo sintético: un estilo donde las formas se construyen como puzzles visuales, superponiendo planos, colores y figuras como si fueran recortes de papel. Es un estilo lúdico pero sofisticado, donde el caos aparente esconde un orden oculto.

Aquí, tres personajes enmascarados forman una especie de orquesta abstracta: un Pierrot toca el clarinete, un monje barbudo canta leyendo partituras y un Arlequín rasguea la guitarra. Todos parecen salidos de un carnaval futurista.

Pero no están solos. Si se observa bien, entre los tonos marrones se vislumbra un cuarto personaje escondido: un perro invisible. ¿Músico también? ¿Mascota? ¿Chiste visual? Con Picasso, todo es posible.

La crítica más excéntrica compara esta obra con una canción de los Modern Lovers, ese grupo punk-sensible liderado por Jonathan Richman, que incluso le dedicó un tema a Picasso. La comparación no es del todo descabellada: ambos artistas, desde disciplinas distintas, revisan sus influencias, las deforman, las revuelven y las transforman en algo personal, moderno e inmortal.

En definitiva, Los tres músicos es una obra teatral, musical y desquiciada. Un ejemplo claro de cómo el cubismo no solo fragmentaba el cuerpo, sino que también podía recomponer la emoción y, por qué no, el ritmo.

Y sí, tal vez Picasso medía solo 1,63 m, pero esta obra demuestra que el arte moderno le quedaba gigante.