Fernando Botero

Biografía

Fernando Botero nació en Medellín en 1932 y desarrolló un estilo artístico único que lo haría mundialmente reconocido. Tras una breve incursión en la tauromaquia en su juventud, decidió consagrarse a la pintura y estudió arte en Bogotá, luego en Madrid y Florencia, donde se empapó del Renacimiento italiano.

A lo largo de su carrera, cultivó tanto la pintura como la escultura, y creó un universo visual donde los personajes parecen inflados o hipertrofiados, lo que se conocería como boterismo. Este tratamiento de las formas no respondía a una obsesión con la gordura, sino a una búsqueda de volumen, monumentalidad y expresividad.

Botero no se limitó al costumbrismo o la estética naïf: su obra incluye también una crítica aguda a la violencia, la política y la religión, a menudo disfrazada de humor. Su serie sobre la tortura en Abu Ghraib, por ejemplo, marcó una incursión explícitamente política dentro de su estilo habitual.

Vivió en varias ciudades como París, Nueva York y Pietrasanta, y sus esculturas monumentales adornan plazas de medio mundo. Murió en 2023, dejando un legado artístico tan rotundo como sus figuras.

Contexto histórico

Botero emergió en un momento en que América Latina buscaba identidad artística propia, entre la influencia europea y el realismo mágico. A través de su estilo personalísimo, logró crear un lenguaje visual que, aunque influido por el muralismo mexicano o el arte del Renacimiento, era profundamente latinoamericano y moderno.

Influencias

Aunque suele asociarse con Diego Rivera por su monumentalidad y con Rousseau por su ingenuidad formal, Botero también se inspiró en Ucello, Piero della Francesca y el arte renacentista italiano. De Velázquez reinterpretó obras como Las Meninas, aplicando siempre su filtro personal de volumen y sátira.

Estilo

El boterismo se caracteriza por figuras voluminosas, no necesariamente obesas, sino expansivas, monumentales. Con una paleta colorida, composiciones llenas y una ironía constante, Botero creó una obra inmediatamente reconocible. Su tratamiento de lo grotesco no es grotesco en sí, sino una celebración de la forma y la identidad cultural.

Obras destacadas

• El niño de Vallecas (1959)
• Bailando en