Alegoría del amor

Movimiento

Alegoría del amor

Bronzino crea un juego visual y simbólico donde el amor, el placer, la traición y la enfermedad se entrelazan en una de las composiciones manieristas más complejas del Renacimiento florentino.

Año 1545

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Haciendo buen alarde de la enigmática pintura del manierismo, el significado de esta obra no se queda atrás. Su origen supone el encargo de Cosimo I de’ Medici al gran artista de su corte, Bronzino, como regalo para el rey de Francia.

Giorgio Vasari (1568) la describe como una obra de singular belleza, enviada al rey Francisco en Francia, en donde aparece una Venus desnuda con Cupido besándola, y a un lado el Placer y el Juego con otros amantes, y del otro lado, el Fraude, los Celos y otras pasiones del amor. Sin embargo, esta obra nunca figuró en los registros reales franceses.

Esta gran alegoría nos muestra el lado A y el B del amor. Las figuras principales aparecen en el centro: madre e hijo dándose un beso de lengua (zoom!). ¿Perdón? Bueno, sí: es bien sabido que no debemos comparar la vida de los dioses con nuestro triste y mortal mundo de las apariencias. Las dos figuras más representativas del amor, aquí unidas, llevando a cabo el gran gesto que así lo describe: un beso.

Venus, cuyo atributo son las palomas al pie, sostiene una manzana dorada, probablemente el premio del Juicio de Paris. Mientras Cupido la besa, intenta robarle la corona, y ella hace lo propio con sus flechas. Las máscaras a sus pies evidencian el engaño mutuo.

Las figuras del registro superior luchan por esconder y develar la escena: Chronos, con su reloj de arena, intenta evitar que el dios Olvido, con su cráneo desvanecido, cubra la escena para que no se recuerde.

El niño con tobillera de cascabeles es el Placer, que lanza pétalos sin notar las espinas que le hieren: a todo placer le sigue sufrimiento. Lo vigila el Engaño, hermosa por fuera, con un aguijón oculto.

Finalmente, una figura en penumbra tras Cupido representa a los Celos, en un grito desesperado. Muestra síntomas de sífilis: ojos irritados, pérdida de dientes, nudillos huesudos… Bronzino mezcla con maestría erotismo, ironía y enfermedad en una de las pinturas más provocadoras del Renacimiento.