
Artista
Michelangelo Buonarroti
1475–1564
Movimiento
Con apenas veinte años, Miguel Ángel esculpió a Baco como un dios ebrio y humano, en una obra que mezcla la perfección clásica con una provocación muy renacentista.
Miguel Ángel esculpe este Baco en 1497, cuando aún no ha cumplido los veinticinco. El encargo vino del cardenal Rafaelle Riario, quien quedó fascinado con el talento del joven artista. Sin embargo, acabó rechazando la escultura, tal vez por lo provocadora que resultaba.
Y es que este dios del vino aparece con un rostro ebrio, ojos abiertos y mirada perdida, en una pose tambaleante que desafía el equilibrio clásico. A su lado, un pequeño sátiro devora las uvas que cuelgan de su mano.
La obra sorprende por su fidelidad a la antigüedad clásica: el contrapposto, la anatomía desnuda, el ritmo ondulante… todo hace pensar en una estatua romana. Pero hay algo más: Baco es vulnerable, humano, decadente. Y esa es la gran innovación de Miguel Ángel: representar a un dios no en su esplendor, sino en su fragilidad.
El escultor rompe con la idealización e introduce un tono casi teatral, cercano al manierismo, donde lo divino se mezcla con lo mundano. El resultado: una escultura bellísima, pero incómoda.
Hoy se conserva en el Museo Nazionale del Bargello en Florencia, y se considera una de las piezas clave de su juventud, antes de crear la Piedad o el David. Baco, el dios ebrio y tambaleante, fue uno de los primeros en dar a Miguel Ángel su merecida fama.