La Pradera de San Isidro

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La Pradera de San Isidro

Una de las pocas obras paisajistas de Goya, donde retrata con alegría costumbrista una romería madrileña bajo la luz de la Ilustración.

Año 1788

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La Pradera de San Isidro es una rareza dentro del corpus de Goya: un paisaje luminoso y alegre, casi lírico, que contrasta con la dureza y oscuridad que más tarde marcarían su obra. Esta pintura es un cartón para tapiz, creado durante sus primeros encargos reales, antes de que la sordera y las guerras marcaran su pincel.

Goya capta con enorme vivacidad la popular romería de San Isidro, patrón de Madrid. Desde una vista elevada se despliega la ciudad al fondo, y en primer término, una multitud festiva de madrileños de toda condición —niños, nobles, majos y labradores— que se entregan a la charla, los juegos y el vino. Es un retrato costumbrista, pero también social y armónico, de una España que aún no ha entrado en crisis.

El pintor recurre a una paleta clara y una composición que respira aire y espacio. Se le nota cómodo entre la gente del pueblo. La obra sugiere una mirada ilustrada sobre la convivencia y la alegría popular, sin idealización excesiva ni amaneramientos.

Una postal optimista del Madrid del XVIII, vista por un Goya que todavía no sabía que la oscuridad le esperaba a la vuelta de la esquina.