Muchacho con cesto de frutas

Movimiento

Muchacho con cesto de frutas

Una obra temprana de Caravaggio en la que el naturalismo y la sensualidad se entrelazan entre frutas y miradas.

Año 1593

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Antes de convertirse en el enfant terrible del Barroco italiano, Caravaggio pintó este cuadro lleno de frescura y una belleza casi provocadora. Un joven sostiene un cesto lleno de frutas, con la camisa deslizada por el hombro y una expresión que mezcla candor con una sensualidad latente.

A primera vista podría parecer un ejercicio de género para mostrar dominio técnico: las texturas de la uva, el brillo de las manzanas, la viveza de las hojas. Pero el rostro del joven —sus labios entreabiertos, su mirada dulce, su postura ambigua— desborda intención.

Hay quien ha querido ver en él una alegoría del Cantar de los Cantares, con sus pasajes cargados de metáforas frutales y deseo contenido. Si es así, el cuadro se convierte en una declaración de belleza y erotismo soterrado.

Y sí, todo encaja. Porque era Caravaggio. Y esto es más que un bodegón. Es un joven ofrecido al espectador, un Caravaggio empezando a coquetear con la tensión entre lo sagrado y lo carnal. Entre el arte… y el deseo.