Mujeres en la ventana

Movimiento

Mujeres en la ventana

Murillo rompe con la moral de su época en un trampantojo que todavía nos interpela.

Año 1675

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Murillo, siempre más audaz de lo que aparenta, nos ofrece en esta obra una escena provocadora que ha sido interpretada durante siglos con una mezcla de humor, malicia y ternura. Dos mujeres se asoman a una ventana: una joven que sonríe descaradamente, y una mayor que la acompaña en la sombra. Nada fuera de lo común… si no fuera por el contexto.

En el Siglo de Oro, que una dama decente se mostrara en una ventana podía bastar para manchar su honra. Pero Murillo convierte ese gesto cotidiano en una escena viva, moderna, casi cinematográfica. El trampantojo barroco se despliega: las figuras parecen salir del lienzo, ocupar nuestro espacio. Nos miran, incluso nos desafían.

Algunos las llamaron “las gallegas”, jóvenes migrantes convertidas en prostitutas en una Sevilla esplendorosa pero cruel. Pero aquí no hay miseria ni dramatismo, sino picardía y juego. Murillo no moraliza, observa. Y en esa observación se esconde su crítica: la moral hipócrita, la doble vara con que se juzga a las mujeres, sigue vigente.

Cuatro siglos después, estas dos mujeres aún nos miran con una sonrisa traviesa. Se siguen riendo de los prejuicios. Y de que todavía pensemos que Murillo era sólo pintor de vírgenes.