
Artista
Bartolomé Esteban Murillo
1617–1682
Movimiento
Murillo retrata con ternura y realismo la infancia olvidada en la Sevilla del Siglo de Oro.
Bartolomé Esteban Murillo, maestro del barroco sevillano, consigue en esta obra mostrar un costumbrismo empático, lejos del dramatismo religioso que le dio fama. En plena Sevilla del siglo XVII —una ciudad partida entre la riqueza de su comercio y la miseria de su pueblo—, Murillo se fija en aquellos que la historia olvida: los niños pobres.
Dos de ellos, descalzos y con harapos, aparecen comiendo uvas y melón, probablemente robados o encontrados, pero saboreados con una felicidad que trasciende la precariedad. La escena, iluminada con la clásica luz tenebrista del barroco, combina la dureza de la realidad con una ternura que desarma.
Murillo no dulcifica ni esconde la suciedad, la roña, las uñas negras, los pies curtidos por la calle… pero tampoco busca el morbo. Más bien logra captar una humanidad luminosa, una dignidad infantil que sobrevive en medio de la miseria. Incluso convierte la cesta de frutas en un bodegón digno de los grandes maestros flamencos.
Con obras como esta, Murillo se erige no solo como un pintor devocional, sino como un cronista de lo humano, capaz de elevar lo cotidiano a la categoría de arte eterno.