San Mateo

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San Mateo

Bronzino pinta al evangelista con frialdad manierista, belleza clásica y una mirada que traspasa los siglos.

Año 1525

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Bronzino, maestro del manierismo florentino, da vida al evangelista San Mateo con una teatralidad escultórica en esta obra ubicada en la Cappella Capponi de Florencia. Acompañado por su símbolo tradicional, el ángel del tetramorfos, el evangelista se presenta con una mezcla inquietante de serenidad y tensión contenida.

La composición circular, diseñada originalmente para una de las pechinas de la cúpula de la capilla, coloca a Mateo en el centro de una escena íntima y estática, donde el gesto y la mirada lo dicen todo. Con su evangelio en la mano y la boca entreabierta, parece congelado en el instante justo antes de pronunciar una verdad reveladora.

Bronzino aplica un estilo heredado de Miguel Ángel, de figuras idealizadas y belleza gélida. El rostro andrógino de Mateo y el tono pálido de su piel lo convierten en una figura casi marmórea, inmortal e inalcanzable. El querubín que asoma desde el borde inferior añade una nota de dinamismo, pero sigue atrapado en la misma quietud celestial que domina la obra.

Esta pintura, una de las pocas firmemente atribuidas a Bronzino en la serie de los evangelistas, forma parte del complejo diálogo manierista entre lo humano y lo divino, lo bello y lo distante.

Una obra donde cada trazo es una afirmación de estilo y cada mirada un misterio.