
Movimiento
Impresionismo
1874–1886
Artista
Maestro impresionista de la alegría de vivir y del desnudo femenino en la pintura moderna.
1841–1919
Pierre-Auguste Renoir fue uno de los grandes representantes del impresionismo francés, centrado especialmente en la figura humana y los placeres de la vida. Su obra destila sensualidad, hedonismo y luz, siempre con una sonrisa amable y una paleta radiante.
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Pierre-Auguste Renoir nació en 1841 en Limoges, Francia, en una familia humilde. Desde niño mostró una inclinación natural por el arte, dibujando con trozos de carbón en las paredes. Su primer contacto profesional fue en un taller de porcelana, donde aprendió a dominar la decoración minuciosa. Más tarde asistió a clases de dibujo y logró ingresar a la Escuela de Bellas Artes de París.
En la capital francesa conoció a futuros compañeros del impresionismo como Claude Monet, Bazille y Sisley. Pintaban juntos al aire libre, capturando la luz y el movimiento de la vida moderna. Aunque su carrera comenzó con dificultades económicas, poco a poco se hizo un nombre gracias a sus retratos y escenas llenas de vida.
A diferencia de otros impresionistas centrados en el paisaje, Renoir se dedicó con pasión a la figura humana, sobre todo la femenina. Mujeres voluptuosas, rostros sonrientes y ambientes festivos protagonizan una obra que exalta el hedonismo y la belleza cotidiana.
En su madurez, Renoir abandonó la pincelada vibrante por un trazo más clásico y sólido, sin perder la luminosidad ni el encanto. Vivió una vida plena, rodeado de arte, familia y sol. Sus últimos años los pasó pintando a pesar de la artritis, con los pinceles atados a las manos.
Renoir vivió la Francia del Segundo Imperio y la Tercera República, en una época de transformaciones sociales, crecimiento industrial y efervescencia artística. Participó en las exposiciones impresionistas en un momento en que la pintura oficial aún rechazaba las innovaciones. El arte moderno se gestó en los márgenes, pero acabó conquistando el mundo.
Inspirado por el rococó de Fragonard y Boucher, y por la rotundidad de Rubens, Renoir supo aunar la tradición con la revolución impresionista. También admiró profundamente a Corot, de quien heredó la técnica fluida y la serenidad atmosférica. Aunque experimentó con nuevas técnicas, nunca renunció al placer visual como eje de su obra.
Renoir es sinónimo de sensualidad y luz. Su estilo impresionista se distingue por el tratamiento delicado de la piel, las composiciones llenas de movimiento y la preferencia por ambientes sociales: jardines, bailes, comidas al aire libre. Más adelante, adoptó un enfoque más estructurado, con figuras más sólidas y contornos definidos, sin perder el brillo característico de su paleta.